Encendió la calefacción y preparó su café favorito de las Montañas Azules. Esperaron hasta que el aroma del café llenó el aire y entonces, con voz grave, Mario habló:
—¿No puedes dormir y quieres saber sobre el pasado?
Ana no lo negó.
Mario se sentó frente a ella.
Comenzó a hablar con una voz más profunda que la oscuridad de la noche:
—Ana, nuestro pasado no fue alegre, incluso estuvo lleno de dolor y separaciones, pero si quieres saber, puedo contártelo.
Ana permaneció en silencio.
Mario continuó con amargura:
—Solo tengo una petición, ¡no me dejes!
Ana asintió:
—Te lo prometo.
Mario, con voz ronca, comenzó a relatar su pasado sin ocultar nada, sin embellecerlo, contándole todo sobre ellos, incluyendo a Cecilia, la bofetada y el hecho de que la había enviado a una clínica.
El alba comenzaba a iluminar el cielo y la lluvia cesaba.
Mario había terminado de hablar, sus ojos ardían de una tristeza profunda, su corazón estaba tan inquieto como en aquellos días en que buscaba a Ana.
Ana mir