Capítulo 455
Dirigiendo su mirada hacia Ana, Mario preguntó con preocupación:

—¿Ha mejorado su alergia desde que regresamos a Ciudad B?

Ana se acercó a él y se agachó junto a su hijo, acariciándole suavemente el cabello, antes de responder con calma:

—Mucho mejor. Iremos a hacerle un chequeo en unos días.

Los ojos oscuros de Mario se posaron en ella con una mezcla de amor y gratitud.

Ese día, Ana lucía un vestido largo de un morado intenso, que resaltaba su tez pálida y su esbelta figura, dejando al descubierto unas piernas esbeltas bajo la tela vaporosa.

Aquella noche, él había sostenido esa misma parte de su cuerpo, su mano siguiendo el contorno de sus piernas, mientras ella se inclinaba hacia su cuello, con los dedos de los pies estirados… él la había abrazado en silencio para calmarla. Aunque la noche no concluyó en alegría, ambos habían dado lo mejor de sí.

Solo con pensarlo, Mario miró a Ana con significado, creando un ambiente cargado de sugestión. Después de un rato, con voz ronca, sugirió:
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