Mario no le había dado muchas ilusiones a Sofía ni le estaba dando falsas esperanzas, pensando que, en todo caso, él tenía que poner fin a su matrimonio con Ana antes de poder aceptar a otra mujer.
Incluso si no la amaba, incluso si sólo intentaba buscar una mujer adecuada para cuidar de Emma.
En el camino de regreso a la villa, Mario se sentó en el asiento trasero mientras abrazaba a Emma, pensativo.
Cuando el coche llegó a la entrada de la mansión, el conductor frenó bruscamente, lo cual asustó a la chiquilla hasta hacerla llorar.
Mario la consoló mientras preguntaba: —¿Qué pasa?
El conductor reconoció a la chica que tenía delante y respondió: —¡Es la señorita Frida, jefe! ¿Qué hace aquí si hoy es día de reunión familiar y no está en casa? Voy a ver qué pasa.
Mario reflexionó por un momento, luego entregó a Emma a la niñera y dijo: —Yo iré a hablar con ella.
En frente del vehículo, Frida vio a Mario y enseguida su rostro se iluminó con esperanza.
Sabía que Sofía y Mario habían cenad