Llego a la manada completamente desorbitada y sumida en mis pensamientos, que, a decir verdad, son un desastre.
No sé si todo lo que sucede a mi alrededor es real o si me encuentro atrapada en una pesadilla; si se trata lo segundo me gustaría despertar ya.
Camino en dirección a la casa donde ya las luces están encendidas, puesto que el sol se ha ocultado. Al entrar, siento un nudo en el estómago que me provoca náuseas, asimismo, empiezo a respirar con dificultad. Es ella, esa mujer está sentada en el sofá.
Sin decir nada me dirijo a mi habitación con ganas de llorar, maldecir y golpear a alguien, mas bien a Gael. Esto era lo que faltaba para empeorar mi día, cerrar con broche de oro.
—Gia, debemos hablar, cariño. —Me encuentro a Gael en el pasillo. Está descalzo, con el cabello desarreglado y su rostro tiene un semblante decaído y angustiado.
—Gael, maldito infeliz, nosotros no tenemos nada de qué hablar. Mejor ve a revolcarte con tu zorrita, o ¿ya terminaron de hacerlo?
—Yo no me rev