141. Tan débil
Maximiliano se oye una vez más.
—No pretendo nada. Sólo quiero saber, ¿qué haces aquí, sola y a esta hora?
Maya se ríe, consternada.
—¿En qué te puede afectar eso a ti? —tira con enojo—. ¿Es a lo que viniste? ¿Es en serio?
Maximiliano suspira.
—Vi salir a uno de tus amigos —comenta Maximiliano. Al instante Maya lo observa—. ¿Por qué has decidido quedarte aquí sola?
—Te vuelvo a preguntar, ¿En qué te incumbe eso a ti? —toma la botella y se sirve, no dispuesta a siquiera mirarlo y obtener su mirada que no puede controlar y ni siquiera mantiene la tenacidad de la que siempre es presa cada vez que lo observa—. ¿O el señor Maximiliano a este punto se pone celoso de que un amigo mío salga conmigo a beber? —Y lanza un trago hacia su garganta.
—No digas tonterías.
—¿Y qué quieres que piense?
Maximiliano toma una gran bocanada de aire y empieza a sacar su billetera, dispuesto a dejar cierta cantidad de dinero.
—¿Qué haces?
—Estás ebria.
—Maldición —suelta Maya con furia—. No estoy