Capítulo 5; Un elegido. ✝️

Samuel, se quedó pensando el resto de la tarde en aquella jóven, Ámbar Hobbs, parecía realmente afligida, lo que se llamaría, un alma abatida, estaba pasando por muchas situaciones y le alegraba que ella pudiese refugiarse en Dios. Era una joven muy hermosa, como para vivir tantas malas situaciones...

Sus ojos le resultaban un rasgo muy bonito, ojos color miel, color ámbar... cómo su nombre.

Entrada la tarde decidió que sería buena idea visitar a su madre, quién seguramente se sentiría complacida de verlo, la amaba mucho y ella siempre se preocupaba por su bienestar, su madre era un refugio de ternura y bondad...

Samuel, entró a la casa de su madre, ella lo recibió con una enorme sonrisa.

—¡Hijo mío, que alegría verte!— le besó la mano en señal de respeto, y luego le dió un gran abrazo.—¡Hijo de mi alma y de mi amor!—exclamó con orgullo.

—Siempre es bueno venir a casa, madre. Es bueno recordar que soy un hijo, con un refugio materno.

—Samuel, Samuel, hijo mío— su madre le sonrió.—ven tomemos un poco de té—se sentaron a la mesa y la mujer sirvió dos tazas con té caliente y reconfortante.

—Padre, ¿está en casa?

—No, Anibal salió muy temprano, no debe demorar en volver, estará aquí para la cena. ¿Te quedarás a comer con nosotros y bendecir la mesa?

—Por supuesto, será todo un placer, madre.

—Y cuéntame, ¿Cómo va todo en el templo?

—Muy bien, somos bienaventurados de que Dios mantenga todo en orden. La semana próxima llevaremos suministros al orfanato, ¿Asistirás?

—Por supuesto, hijo. Ya sabes que me causa mucha alegría poder ayudar, organizaré unas compras y así podremos llevar más

Dos horas más tarde, Anibal Thompson, entraba al hogar, alegrandose plenamente de encontrar a su hijo, su orgullo como el solía llamarle.

—¡Que dicha le das a mi alma, hijo mío!

—Siempre es bueno verte, papá — le dijo con ternura.

—Ahora que estamos todos—intervino Ana—lavemos nuestras manos y pasemos a la mesa.

—¡Ni un sólo minuto para una conversación entre hombres!— dijo Anibal sonriendo y su esposa decidió ignorarlo. Cuando la mesa se dispuso, la madre giró a ver a su hijo y éste asintió. Elevando las manos sobre la mesa, con las palmas mirando al cielo, exclamó;

—Amado y buen Dios, te damos gracias por los alimentos que suples en nuestra mesa, te rogamos que bendigas la alacena de tus hijos y proveas siempre lo necesario. Amén.

—Amén—respondieron sus progenitores y comenzaron a conversar animadamente mientras comían. Después de la comida, una taza con té para madre e hijo, y una con café para el padre, mientras Samuel conversaba acerca de algunas obras benéficas de la iglesia.

—No me equivoqué contigo, hijo mío, desde que supe que estabas en mi vientre y que Dios había escuchado mis ruegos...—sonrió— supe que eras un elegido.

—¿Un elegido para qué?—preguntó Anibal tomando de su taza— Sabes que odio hablar de este tema Ana, y no dudo de que Samuel sea un buen sacerdote al servicio de la obra de Dios, pero...

—No existen pero, cuando se trata de servir a Dios— le cortó su esposa.

—Lo sé, pero no tendría objeción si hubiese sido su decisión.

—Servir a Dios, fue mi decisión—aseguro Samuel. — sólo me aseguré de responder a mi llamado.

—¿Un llamado natural o impuesto por tu madre?

—¡Suficiente, Anibal!— replicó la mujer de mala manera.

—Desde que pudo hablar, comenzaste a meter en el todas esas ideas religiosas.

—¡Samuel es un elegido, un llamado al servicio!— respondió indignada. —¿Acaso te opo es a la voluntad de Dios!

—Por supuesto que no, siempre y cuando sea la de Dios—enfatizó— no lo negaré, mi mayor anhelo era ver a Samuel casado, teniendo sus propios hijos, ya que solo pudimos ser bendecidos con su llegada, era un deseo verlo formar su familia y disfrutar de mis nietos y no, no me pesa que sea sacerdote, me disgusta que nunca le distes opciones, lo educaste para ser un sacerdote, lo formaste para cumplí con tus deseos, evitaste que tuviese la libertad de escoger. Te amo Ana, pero siento que arruinaste la vida de nuestro único hijo—la mujer gimió horrorizada, mientras abría los ojos enormes.

—¡Qué blasfemia!

—Madre, padre, es suficiente, discutir no cambiará las cosas, estoy donde deseo estar,no debes preocuparte por mi vida, padre — le dedicó una sonrisa a su progenitor— porque mi vida está al servicio de Dios.

—Bien sabes que aunque nunca estuve de acuerdo, siempre respeté tu decisión, pero eso no minimiza el hecho de que solo has seguido los deseos de tu madre. ¡Nunca tuviste una novia, Samuel!, !Desde niño te aisló!

—¡Lo consagré, que es diferente!—se defendió la mujer. —mi hijo siempre ha tenido y tendrá una novia de por vida; la santa iglesia. —sentenció.

—¿Podríamos terminar la bebida en paz?—preguntó Samuel con dulzura, intentando mantenerse neutral en la discusión de sus padres. Cómo siempre, cada uno exponía y defendía sus puntos de vista a capa y espada. Y cómo desde que era un niño, es solo deseaba la armonía entre sus padres, y en ocasiones se sentía mal, al creer que él era siempre el punto de discordia en aquella situación.

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Con la llegada del nuevo día, Ámbar se sintió con esperanzas renovadas, quería ocupar su mente y dejar de pensar en el sacerdote que no salía de su cabeza, por ello decidió que aquel sería un día de limpieza profunda y un poco de música.

Se dedicó a remover cada cosa del lugar, organizar todo de manera diferente, sacó del cuarto donde organizaba las cosas que ya no usaba, un par de cajas que eran de su ex novio, ropa, zapatos y unos trajes, decidió que debía pensar que hacer con ello, ya que William no había regresado por ello... quizás debía llamarle, y si no, sencillamente tirarlo a la basura.

Y así transcurrió todo su día de limpieza, caía la tarde cuando Amy le llamó.

—Que bueno saludarte Ámbar. ¿Cómo estás?

—Desempleada—bromeó—pero sobreviviendo.

—Pronto encontraremos una solución, ya lo verás.

—Eso espero Amy, no quiero llenarme de angustia y preocupaciones, dejaré que todo fluya, el estrés nunca ha ayudado a nadie.

—Muy buena decisión. Smith se lamentó mucho por haberte tenido que despedir, pero decía que la situación era insostenible.

—¿Así que ahora se dedica a hablar sobre mi?

—No lo tomes personal, fue una reunión para recalcar algunos puntos y las metas de este mes.

—Si... supongo — dijo entristecida.

—Te llamo para invitarte un café. ¿Te parece mañana, por la tarde?, aprovechando que es sábado.

—Sería genial Amy, la verdad necesito distraerme, y ya sabes que siempre me hace bien hablar contigo.

—Genial, guapa. Te enviaré la ubicación mañana, por ahora.tomate tu tiempo para descansar.

—Lo intentaré, pero no prometo nada—suspiró— hasta mañana Amy, gracias por la llamada.

—Gracias a tí por aceptar mi café. Hasta mañana.—y así cortó la comunicación, terminó el día agotada de tanta limpieza, y decidió que dormiría temprano, el cansancio la ayudaría a conciliar el sueño.

Eran pasada las ocho cuando después de haber tomado una larga ducha, se preparó una cena ligera con la intensión de dormir pronto. Aseguró la puerta, apagó las luces y se fue a la habitación, encendió el televisor para ver una película, pero pronto descubrió que el agotamiento reclamaba su cuerpo, así que apagó el televisor y se durmió.

Aquella también resultó ser una noche inquieta y sudorosa, pues Ámbar despertó en un par de ocasiones, con la respiración agitada y el cuerpo perlado en sudor.

¡Maldici*n!

¿Cómo era posible que un sacerdote despertara tales pasiones en ella?

¿Nunca volvería a dormir bien?

¿Cesaría aquel ardor en su bajo vientre si lograba tenerlo?

¿Se trataba solo de deseo sexual?

No tenía todas aquellas respuestas, pero si el firme deseo de volver a verlo, necesitaba ver esos hermosos ojos de nuevo.

—Dios mío, Dios mío — gimió secándose el sudor—todo sería más fácil si no fuese un hombre prohibido...

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