Aquella mañana estaba resultando deprimente, no solo por la noticia de que Samuel se iría, sino que lidiar con sus padres era una actividad muy agotadora, no porque no los amara, sino porque sentia que por mas que se esforzara, eran ellos quienes no le amaban. —¿Les parece si vamos al cine está noche?, quizá podamos ver algo interesante, o cenar en un lindo restaurante. — preguntó con una linda sonrisa, en busca de animar la situación. —Oh, querida— su madre la miró con una sonrisa — eso no será posible, tu padre y yo, ya hemos hecho planes. ¿Cierto, cariño?—Si, claro. — respondió el hombre sin siquiera levantar la mirada de su celular. —Bueno, supongo que entonces puedo unirme a sus planes, seguramente nos divertiremos mucho. —Yo... no lo creo, hija — respondió la progenitora y ella presionó los dientes con fuerza ante el evidente rechazo— es un plan en... pareja. —¿Un plan en pareja?— preguntó enojada— se suponía que venían a visitarme, a pasar tiempo en familia, planes de fam
Anibal miró a su hijo en silencio, jamás esperó escuchar aquella palabras de su boca. —¿Escuché bien?, ¿has dicho enamorado?—Si— él desvió la vista por un instante— esto que siento me supera padre, es más fuerte que yo y no sé si está tan malo como debería. —¿Por qué debería ser malo amar?, ¿no viene de Dios el amor?—Si, pero es diferente, soy un hombre que tomó la decisión de consagrarse a Dios, no debería estar sintiendo estás cosas. —Samuel, hijo mío, siempre he dicho que tú madre no te dió grandes opciones cuando naciste, siempre tuvo la idea de que eras enviado para el servicio de Dios, te crió y educó para eso, desde niño nunca viste nada más, porque ella no dejó que lo hicieras. Por el contrario, cuando supe que al fin sería padre, no pude dejar de llorar, eras la respuesta a mis deseos, Samuel. Soñaba con verte crecer, con convertirte en un hombre bueno, soñaba con ver cuando te casaras, verte ser padre y una buena cabeza de hogar, me esforcé con la empresa para que tuvie
Ámbar pasó parte de la tarde preparando una comida deliciosa que ofrecerle a Samuel, estaba dando su mayor esfuerzo para que todo quedara muy rico, saber que aquello seria una comida de despedida le estrujaba el corazón, sabia que no debía presionarlo, la decisión para Samuel no era nada fácil y debía respetarlo. Si el escogía amarla, entonces ella juraría hacerlo feliz cada día que le quedará de vida, demostrarle un amor continuo que jamás le permitiese arrepentirse de abandonar sus votos, si por él contrario, Samuel decidía seguir ejerciendo su cargo eclesiástico, entonces aunque aquello le rompiera el corazón, debía respetarlo y alejarse de él, no servir de tropiezo para el cumplimiento de sus labores, se juro hacerlo así, aunque aquello le costase un trozo del corazón y buena parte de su cordura. Samuel, por el contrario estaba ansioso, claro que deseaba verla y despedirse, pero dudaba de poder contener el deseo que lo consumía y lo empujaba a unirse a ella, y quedarse fundido en
—Hola— Amy lo saludó abriéndole la puerta para que entrara. Desde que había muerto su esposa, Markus la visitaba siempre que tenía tiempo, Amy como siempre era un apoyo totalmente incondicional para él. —Hola, amor— entró y depositó un tierno beso en su frente. —¿Estás bien?— le preguntó preocupada. —Ahora lo estoy— Amy asintió con una sonrisa y lo abrazó con ternura, permitiéndole sentir su apoyo y cuánto lo amaba. —¿Quieres algo de comer?—No, ya he comido, solo necesito tu compañía — respondió sin soltarla. —Ven— lo tomó de la mano y lo llevó al sofá, dónde ambos se sentaron. —¿Está bien si me quito la chaqueta y la corbata?, hace calor. —Es aún mejor si yo te lo quito — los ojos de Markus se encendieron de deseo, hacia mucho, mucho tiempo desde la última vez que estuvieron juntos, Amy le había pedido respetar su espacio y eso es lo que había hecho, no habían ido más allá de los besos, pero ahora parecía que todo había cambiado... ¿Había llegado la hora al fin? Amy se sentó
Ámbar se esforzó con ayuda de Amy y Meli, a comprar todo lo necesario para la reunión de aquella noche, comida, bebidas, todo, aunque sería una reunión bastante íntima quería que todo fuese muy hermoso, sus amigas se fueron argumentando que debían prepararse para volver, cada una con sus respectivas parejas, aquello oprimió el corazón de Ámbar, estaba feliz por Melina, quien se veía más radiante y alegre desde que había comenzado su amorío con aquel hombre maduro, estaba feliz por Amy, quién ni cabía de la dicha ante todos los planes que tenía a futuro con Markus, si, estaba feliz, pero aquello no hacia mas que recordarle su infelicidad, su soledad y la ausencia de Samuel, a quien no dejaba de extrañar ni por un instante. Los primeros en llegar fueron Amy y Markus. —¡Estoy feliz de que estén aquí!— les dijo abrazándolos — adelante, los demás no deben tardar en llegar. —Veo que han pensado en todo— dijo Markus— huele muy bien aquí. —Todo lo necesario para pasar un buen rato— unos d
Amores míos, bienvenidos sean todos a esta nueva historia. Quiero aclarar que está historia es con fines de entretenimiento y sin ánimos de ofender a ningún creyente. Gracias por la oportunidad que le dan a esta nueva historia. *******************—¡Mierd4, mierd4!— gemía frustrada Ámbar mientras salía corriendo de la estación del metro—¡Otra vez tarde, Ámbar!...¡Mi vida es un asco!—corrió desesperada evitando los transeúntes matutinos—¡Maldici*n!—exclamó al llegar frente al semáforo y ver qué tardaba una eternidad en cambiar para darle paso—¡Vamos!— en cuánto la luz cambio, salió corriendo, cruzó la calle y entró al edificio, no se detuvo a saludar a nadie, fue directa al ascensor, dónde marco el décimo piso y rogó porque el mismo se apresurara. —¡Llegas tarde de nuevo, Ámbar!— le dijo la recepcionista de piso, ella corrió hasta el lector de huella y registró su entrada. —¡Lo sé!—gimió frustrada al observar que el lector de huellas indicaba su hora de acceso a las ocho y un cuar
Samuel Thompson, terminaba su rutina matutina, asegurándose de que todo en el templo estaba listo, se encaminó al altar con la intensión de inclinarse y elevar plegarias de agradecimiento, cuando escuchó el sollozo de aquella mujer, se acercó lentamente a ella, su rostro cubierto por sus temblorosas manos, mientras su cuerpo se convulsionaba de llanto, aparentemente no lo estaba pasando nada bien. Un alma quebrantada en busca de nuestro Señor. Extendió su mano y la colocó en el hombro de la jóven. —¿Necesitas ayuda, hija mía?— la mujer elevó su rostro y le miró, se conmovió, al ver las lágrimas cubriendo sus mejillas, aquellos lindos ojos color miel le miraron con confusión.Ámbar, le miró confundida, tratando de comprender quién era aquel hombre... un sacerdote, obvio que un sacerdote, sus vestiduras así lo señalaban... ¡Rayos, pero era un sacerdote muy ardiente!, ¡perdóname Dios mío!—penso— Pero te has quedado uno de los mejores para ti; alto, muy alto, hermosos ojos verdes con u
Ámbar entró a su departamento y cerró la puerta tras ella, para dejar escapar un largo y profundo suspiro. Caminó hasta la mesa donde depositó la caja que cargaba. —Hogar, dulce hogar—dijo con ironía, arrojó su bolso en la mesa y tomando una silla se sentó. —¿Qué haré?, las deudas no me esperarán y con el dinero que tengo a penas y alcanzo a vivir un par de meses, pero... ¿Y luego qué?—volvió a suspirar ¿sería justo llamar y pedir ayuda a sus padres?— No— se negó — lo haré solo en un caso extremo, no quiero tener que tolerar otro discurso de lo poco ágil que soy para solucionar mis problemas. Tomó su celular y marcó el número internacional de su padre, no obtuvo respuestas, luego marcó el de su madre, si, sería una llamada costosa y no estaba para eso, pero necesitaba saber de ellos. —Hola cariño, que bueno saber de tí— fue la respuesta de su madre. —Hola mamá, ¿Cómo están? —Oh, muy bien. Tu padre y yo, estamos viviendo la vida que siempre quisimos— Ámbar presionó los dientes con