Baltasar salió del hospital con los dos documentos urgentes que Daniela había terminado de gestionar.
Regresó a la oficina para terminar lo que aún quedaba pendiente. Miró el reloj: ya eran las ocho de la noche.
Después de salir, pasó por una tienda y compró algo de pan para cenar. No se fue directo a su casa, sino que condujo hasta el barrio San Martín.
Cuando Yulia recibió la inesperada llamada de Baltasar, estaba por completo sumida en los informes de las distintas áreas de la empresa.
—¿Baltasar? —preguntó, sorprendida al escuchar su voz.
Baltasar, reconociendo su tono suave y cálido, respondió bastante relajado:
—Estoy abajo en tu edificio. ¿Te parece si bajas un momento?
Yulia, sabiendo que su familia no estaba en el barrio San Martín, trató en ese momento de buscar una excusa para rechazarlo:
—Todavía estoy ocupada con cosas de la empresa.
Baltasar estacionó el auto y, un tanto confundido, se apoyó en la puerta del vehículo, mirando el edificio del barrio San Martín.
—¿De verda