Capítulo 498
Ante los gritos inesperados de Luna, Marina se quedó al instante sin palabras. Se acercó a la cama de Eduardo, inclinó la cabeza en señal de respeto y salió apresurada de la habitación.

Diego también se inclinó con rapidez y la siguió, sin mirar siquiera a Luna, que seguía maldiciéndola desde atrás.

Los gritos descontrolados de Luna seguían resonando en sus oídos, llenos de odio y dolor.

Cuando llegaron a la puerta, Marina miró a Matías, con una mirada cansada y triste.

—Matías, te dejo todo lo que falta —dijo con voz suave.

Matías aceptó en silencio.

El peso en el ánimo de Marina era realmente palpable, y las lágrimas empezaron a asomarse poco a poco en sus ojos.

Diego, preocupado, la abrazó con fuerza, la acomodó en la silla de ruedas y, en un leve susurro, le dijo:

—Marina, no pienses en eso, esto no tiene nada que ver contigo.

A pesar de las palabras de consuelo, los gritos de Luna seguían sonando como un eco en sus oídos. Marina cerró los ojos, tratando de calmarse un poco.

Diego
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