Capítulo XXI. Tras la locura…no hay arrepentimiento… pero sí huida.
Ailan.
Poco a poco comencé a abrir los ojos, y un dolor agudo y punzante, en mi sien, me advirtió que ayer me había pasado con la bebida. Por un segundo me sentí extraña, un calor tendedor y agradable, junto a un peso sobre mi cadera, que era extraño, me hizo abrir los ojos de golpe.
Algo me decía que ese calor humano no era Walter, él nunca me había abrazado a mí, mientras dormíamos, decía que se sentía agobiado, atado. La realidad se hizo camino entre la bruma dolorosa de mi sien, y todo lo vivido ayer, volvió a mi mente. Esperé que el dolor de la traición me golpeara, pero hasta eso había adormecido el hombre que estaba tumbado a mi lado, abrazado a mi espalda.
Me moví inquieta recordando la noche que había pasado en brazos de ese hombre, y varios músculos que ni siquiera sabía que tenía, se resistieron con dolor. Me sentía como si hubiera estado practicando deporte intenso horas y horas. No quise pensar más en lo que había pasado anoche, porque cada vez que lo hacía, un calor