Él llevaba un traje casual color beige que le sentaba de maravilla, dándole un porte elegante y refinado. Me reveló una leve sonrisa y explicó:
—Un amigo mío está hospitalizado, vine a visitarlo.
—Ah ya veo.
—¿Y tú? ¿Qué haces aquí en el hospital tu solita?
Le mostré el informe de los resultados y le respondí:
—Vengo a recoger el informe.
La expresión de Enzo se tornó muy seria de repente:
—¿Todo va bien?
—Sí, sin problemas.
En realidad, acababa de hacer los chequeos de rutina organizados por la empresa, y los resultados eran iguales que los de la última vez, con todos dentro de los rangos normales. Excepto por un pequeño detalle: ahora tenía un bebé en mi vientre.
Enzo asintió y me invitó:
—¿Creo que aún no has comido? ¿Quieres que vayamos a comer algo juntos? Ah, Izan y Olaia también van a estar.
Tal vez para evitar sospechas, agregó la última frase.
Me froté el vientre, era cierto que ya tenía algo de hambre, por lo que acepté la oferta:
—Claro, me parece bien. No tenía idea de qué