Yolanda, con la intención de provocarlo, se acercó y levantó una ceja: —¿Qué pasa? ¿No te quieres casar?
—Ya tengo a alguien en mente. No me interesan las alianzas.
Mateo respondió con indiferencia, echando una rápida mirada hacia dentro: —¿Delia está ahí, verdad?
Yo estaba detrás de la puerta, fuera de su campo de visión.
Al ver la sonrisa satisfecha de Yolanda, no pude evitar sonreír. Justo cuando iba a hablar, Yolanda me miró y dijo: —Sobrina, ¿qué haces ahí parada? ¡Mi hermano te está buscando!
…
Casi podía imaginar la cara de sorpresa de Mateo.
Me acerqué, y Mateo, con su mano fría y seca, me tomó. Miró a Yolanda y, con una sonrisa sarcástica, preguntó: —¿Desde cuándo Delia es tu sobrina?
Antes de que pudiera responder, Eloy me rodeó los hombros y, al darse cuenta de que Sebastián y su esposa estaban bromeando, contuvo la risa: —Porque Delia es mi hija, ¿no es evidente?
—¿Qué…?
Mateo se enderezó de inmediato, y antes de procesarlo, su actitud despreocupada cambió a una más ser