Me sorprendí y lo miré con desdén: —¿Acaso dije que quería casarme contigo?
—Todo lo demás puede ser como tú quieras.
Mateo esbozó una ligera sonrisa: —Pero en esto, yo decido.
...
Lo miré con reproche: —¿Vas a obligarme si no quiero?
Mientras hablaba, bajé las escaleras.
Al ver que me seguía para subir al coche, le pregunté curiosa: —¿Y tu coche?
—El conductor se lo llevó.
Mateo abrió la puerta del copiloto, dio un paso largo y se subió al coche con naturalidad, moviéndose con más rapidez que yo.
Hoy era un día raro. En lugar de irse a dormir directamente, se acomodó en el asiento del copiloto.
Arranqué el coche y él preguntó: —¿Descubriste algo al hablar con tu tía?
—Sí, supe algo.
Mencionar a mi tía me hizo sentir algo melancólica. Mientras conducía, expliqué:—En realidad, fui secuestrada cuando era pequeña. Logré escapar y subí al coche de mi papá, quien me salvó.
—Y mencionaron algo sobre la señora Hernández mientras los hombres me buscaban.
Le respondí, esperando su opinión: —¿Cr