Marc la miró de reojo con un tono insinuante: —¿No crees que hay demasiada luz aquí?
Olaia, aplicando la pomada con concentración, respondió: —La iluminación está bien.
...
—Marc.
Lo miré y le dije: —Vete.
—¿Me voy?
Marc observó el exterior con una mirada sombría y dijo: —¿Vas a convertirte en una fuente de sangre otra vez?
Me quedaba sin palabras.
Sabía a qué se refería.
A pesar de las intenciones claras de la familia Vargas, la madre y la hija de la familia Hernández estaban completamente desquiciadas.
Me veían como un obstáculo y buscaban cualquier excusa para dañarme.
Marc, impasible, sacó una silla y se sentó al borde de la cama, cruzando las piernas: —¿Quieres agua?
—Ya te has sentado, ¿quién va a traer el agua?
Olaia, aún molesta por lo sucedido, aprovechó para desahogarse.
Marc sonrió: —¿Y tú aún estás aquí?
—... Te lo mereces por estar divorciado.
Olaia sonrió y me trajo un vaso de agua.
...
Después de la infusión, me sentía algo mejor.
Al salir del hospital, quería separarme