Emilia, con una valentía inesperada, dejó a Olaia y a mí sorprendidas.
Cuando vi que Isabella podía reaccionar, la tomé de la mano y la llevé conmigo.
—Que venga a por mí.
—Delia.
Emilia no mostró ningún miedo y se dirigió a Isabella: —Si no quieres el vestido, haz que Estrella salga. Ya no lo pruebes más.
—¡Ja!
Isabella se rio con desdén: —Qué graciosa. ¿Una simple empleada como tú se atreve a decir eso? ¿Sabes cuánto cuesta este vestido?
—¡Puedo comprarlo!
Emilia habló con determinación, inflando su pecho.
No le presté mucha atención.
Isabella, furiosa, se volvió hacia mí: —Delia, ¿también estás de acuerdo?
—Si no les gusta, podemos hacerlo así.
Sonreí ligeramente y respondí con calma.
Isabella apretó los dientes y se dirigió a Emilia: —¿Estás segura de que puedes pagarlo? ¡Este vestido cuesta más de cinco millones!
—¿Más de cinco millones? ¿Estás en bancarrota o qué?
Emilia, confundida, agregó: —Si no, ¿por qué hablas de algo que cuesta solo cinco millones?
—¡Tú...!
Isabella, furios