José frunció el ceño, con una ira contenida en sus ojos: —Si no la hubiera acompañado y algo le pasa a Olaia, lo haría pedazos.
Delia conocía a José: siempre distante, de pocas palabras y directo al grano, resolviendo problemas con rapidez y precisión.
Que se hubiera hecho amigo de Santiago, un chico tan ingenuo, le había parecido una gran sorpresa, tanto a ella como a Olaia.
Ahora, sin embargo, sentía que no había tanta diferencia entre ellos.
—¿No deberías, José, tratar de entender primero lo que ha pasado antes de ponerte tan furioso?
Al ver a Olaia en ese estado tan frágil, con la frente hinchada y la mano vendada, José ya no parecía interesado en escuchar ninguna explicación.
Si Óscar había estado involucrado con Paula en algo contra él y Olaia, no podía ser alguien de fiar.
Delia, observando la expresión sombría de José, intuía lo que estaba pasando por su mente.
Con calma, le explicó: —Olaia tropezó con la mesa, se cayó y se golpeó la cabeza. La herida en la frente fue la más gr