Capítulo 74: Tragedia que marca.

En ese segundo… Allan Taylor… ¡tiró la bolsa de Rosalind!

¡PUM!

El ruido de la bolsa cayendo al suelo hizo eco en el pasillo. Rosalind sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Su sonrisa se desvaneció al instante.

—Papá, usé mis ahorros… —murmuró ella, con un hilo de voz.

—¡Cállate! —gritó él, enojado—. Te he dicho mil veces que dejes esa ridiculez. Nadie en esta familia ha sido un artista. ¡Eres la única rara! ¡La única tonta que no sale de su burbuja y persigue algo imposible! ¡Ni siquiera tienes talento, Rosalind!

Las palabras golpearon a Rosalind con una fuerza inesperada. Su respiración se volvió rápida y superficial. Los ojos se le llenaron de lágrimas y el nudo en la garganta se hizo más fuerte.

—Yo… solo quiero intentarlo… —dijo ella con voz quebradiza, casi suplicando, mientras recogía torpemente los materiales esparcidos por el suelo.

—Intentarlo no sirve. No tienes talento. No eres nadie —dijo él, mirándola con desprecio—. Ya tengo bastante con un hijo enfermo y
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