✧✧✧ Esa misma noche. ✧✧✧

En la habitación del don Sebastian Ainsworth. Él estaba sentado en un sillón de respaldo alto.

El señor Ainsworth no se había acostado.

Llevaba horas ahí.

Sentado, con la espalda recta, las manos apoyadas sobre el bastón, mirando hacia el ventanal abierto apenas unos centímetros.

Afuera, el jardín estaba a oscuras, iluminado tenuemente por las farolas. Las sombras de los árboles se mecían con lentitud, empujadas por la brisa nocturna.

Respiraba despacio.

Inhalaba.

Exhalaba.

Como se lo había indicado la enfermera.

Pero su mente no seguía el mismo ritmo.

«Raphael.»

El nombre aparecía una y otra vez.

Lo veía de niño, corriendo por los pasillos de esa misma mansión.

Escuchaba su risa fuerte, despreocupada.

Recordaba la forma en que discutía, la manera en que siempre parecía ir un paso adelante, incluso cuando se equivocaba cientos de veces.

—Dios mío… —murmuró Sebastian, con la voz quebrada.

Apretó los labios.

Pensó en Jacqueline.

En su espos