Rosalind reaccionó de inmediato.
—No —negó con fuerza, secándose las lágrimas—. No le diga nada, por favor.
Ava la observó, sorprendida.
—Rosalind, debo informarle. Él pidió informes de cada consulta. Si no lo hago, podrían despedirme.
La joven respiró hondo, intentando calmar su temblor.
—Yo hablaré con él. Le diré que fue mi decisión. No dejaré que te despida, doctora. Solo… necesito tiempo. Quiero planear cómo dárselo como una sorpresa.
—Eres afortunada, Rosalind —dijo la ginecóloga que suspiró, mirándola con comprensión—. Pero te aconsejo que no tardes mucho. Debes comenzar tu control prenatal y ajustar tu alimentación.
Sacó una hoja del archivador y la firmó.
—Aquí tienes las vitaminas prenatales y la fecha para tu próxima cita. En dos semanas haremos un ultrasonido interno para asegurarnos de que todo esté bien.
Rosalind tomó los papeles con cuidado, como si sostuviera algo frágil.
—Gracias, doctora… por todo.
—Felicidades, querida. —Ava sonrió—. El universo te está