Al principio, Vidal se quedó callado, tornándose pensativo.
—Ámbar asegura que el hijo que espera es de Raymond Schubert —manifestó—. Pero yo estoy seguro de que ese hijo es mío. Cuando el bebé nazca, pediré que se le haga una prueba de ADN para confirmarlo.
Layla asintió lentamente, cruzándose de brazos mientras lo observaba con una sonrisa que no terminaba de ser amable. Parecía asimilar lo que acababa de escuchar, pero al mismo tiempo saboreaba la oportunidad de pincharlo un poco más.
—Ah… ya veo —pronunció—. Entonces no estás seguro. No puedes decir directamente que es tu hijo, ¿verdad?
Vidal frunció el ceño con molestia y su voz adquirió un matiz más cortante.
—Estoy completamente seguro de que ese hijo es mío —replicó—. Pero quiero dejarlo muy claro, tanto para Ámbar como para ese hombre. Quiero que no quede duda de que el bebé lleva mi sangre. La prueba de ADN será la evidencia que nadie podrá refutar.
Layla dejó escapar una risa baja, una mueca que destilaba burla y cierta ma