Punto extra.
Todo su cuerpo estaba temblando de deseo mientras sentía como unas manos comenzaban a acariciarle la espalda y los hombros. Su lado racional poco a poco se perdía, dejándola a merced de los instintos que cada la dominaban más. Podía sentir brotar la humedad caliente entre sus piernas y solo… No, no quería eso. No quería entregarse a un hombre que solo la estaba utilizando y que ni en un millón de años la querría. No quería entregarse a un hombre que dentro de poco dejaría de ver. No quería entregarse a un hombre que no la quería de vuelta... Porque, Dios Misericordioso, Lucía sí lo quería, sí lo deseaba y sí quería entregarse, pero una parte de sí, una pequeña parte que aún era lo suficientemente consciente de la verdad, le recordó que si se dejaba llevar por el deseo, terminaría sufriendo y su pobre corazón padecería del más nefasto dolor.
Sus latidos iban en aumento con cada nueva caricia y sus labios ardían por el beso apasionado que parecía no acabar nunca. Inhaló hondo por la nar