Tatum se burla en voz baja. Una sonrisa irónica adorna sus labios y se levanta de la cama, agachándose para recoger los fragmentos de cristal roto uno tras otro antes de levantarse y acercar el cristal roto con la palma de la mano a la cara de Leila.
"Al diablo con eso de todos modos", comenta Tatum y Leila lo mira completamente despistada.
"¿Por qué, qué era?".
El líquido del frasco no parece tener un olor especialmente agradable, así que no podía tratarse de un perfume muy caro y Tatum no derramaría lágrimas por algo tan trivial como eso.
"Deberías haber preguntado antes de destruirlo", se aleja de ella y abre de una patada el pequeño cesto de basura que hay junto a la cómoda y arroja los fragmentos en su interior.
"Pero menos mal que lo hiciste, porque ahora no me dejarás nunca, no te dejaré ir", dice en un tono bajo y asertivo mientras camina de vuelta hacia Leila.
A Leila le palpita el corazón. La posesividad de su voz la estremece, la excita y la pone nerviosa al mismo tiem