“Vamos, es tarde. No deberías estar despierta a estas horas. Vayamos a la cama”, le dijo Leila a Amara en la sala de estar de su casa mientras le fruncía el ceño a la niña.
Después del ritual, Amara parecía haber adquirido un mayor control sobre sus poderes y ahora era capaz de mantener a raya su aura Licántropa cuando estaba rodeada de gente.
Fue precisamente esa incapacidad lo que despertó el interés de Antonio por ella cuando la vio, ya que podía sentir la fuerte aura que emanaba de una niña tan pequeña.
“Es el último episodio, mamá, por favor”, suplicó Amara con ojos de cachorro mientras juntaba las manos y miraba a Amanda en busca de apoyo.
Amanda llegó un día después del ritual para estar con ellas por si necesitaban ayuda médica.
“No, tú... ¡Ah!”, gritó Leila de repente, agarrándose el pecho, mientras su loba aullaba en su cabeza y el dolor recorría su cuerpo ya debilitado por el rechazo unilateral.
“¡Mamá!”, gritó Amara mientras Leila caía de cara al suelo. Amanda también