Tatum salió furioso del restaurante con un nudo apretado y doloroso en el pecho. Aunque sentía un poco de alegría de que Leila finalmente le había confesado la identidad de Amara, le dolía que hubiera sido por miedo y no como él imaginaba.
Lo peor era que tenía que mantenerla a distancia, tratarla como a una ex de la que ya no necesitaba nada, cuando ella era lo único que él necesitaba.
Verla allí sentada, llorando y suplicándole ayuda, le destrozó el alma y, si se hubiera quedado más tiempo, se habría visto obligado a salirse del personaje y contárselo todo.
No podía decirle nada, nada de lo que estaba tramando. Si Amara estaba en peligro, buscaría la manera de proteger a su hija sin importar lo que pasara, pero en cuanto a Leila, no podía advertirle directamente sobre los planes de Antonio.
Antonio tenía espías por toda la manada, por eso eligió un lugar abierto para que se reunieran, para que los ojos y oídos viajeros pudieran ver y oír. No sabía hasta qué punto Leila se estaba