ELAINE
No dejé a Amelia fuera de mi vista, ni por un segundo. Donde ella iba, yo iba. Si se movía hacia la sala, yo estaba justo detrás, si deambulaba por el pasillo, la seguía. Y cuando Duncan la llevó a la cocina para preparar el almuerzo, los seguí también, ignorando la mirada que me lanzó por encima del hombro.
—Eres... u-una... i-invi-invitada —murmuró, con voz tensa mientras las palabras se raspaban al salir—. Compórtate... c-como... tal.
Encontré su mirada y me encogí de hombros, sin inmutarme.
—No me considero una invitada.
Su mandíbula se tensó, pero no respondió. Probablemente porque no pudo encontrar las palabras lo suficientemente rápido, o quizás porque sabía que lo que quería decir no sería agradable. No me importaba, no estaba allí para intercambiar cortesías.
Amelia nos miró alternativamente, riendo como si fuera algún juego.
—Papi —dijo alegremente, tirando de su camisa—, ¡Elsie debería quedarse! Ahora es mi amiga.
Elsie.
Ese nombre otra vez, me lo había dado como un a