Despierto al sentir unos besos húmedos en mi cuello seguido de unas caricias en mi cuerpo. Cuando abro los ojos, veo a Dante que me mira con una sonrisa.
- Buenos días, amor.
- Hola - trato de levantarme, pero él me lo impide.
- ¿Sigues enojada?
- No, Dante, no estoy enojada, estoy dolida. Eso es diferente. Me traicionaste, y esas cosas no se olvidan así de fácil.
- Val, ¿qué quieres que haga para que me perdones?
- Tal vez que me des el divorcio - él cambia su expresión y se pone serio.
- Pide lo que quieras, menos eso - me levanto de la cama como un resorte y, antes de entrar al baño, lo miro con ganas de asesinarlo.
- Entonces, si no me puedes dar el divorcio, no quiero nada más - me meto a la ducha y, luego de media hora, salgo encontrándome con Dante sentado en la cama. Decido pasar derecho y buscar la ropa. Me coloco un vestido ceñido al cuerpo y, al parecer, no pasó desapercibida, ya que él me mira de arriba abajo.
- ¿Piensas ir así vestida? - me volteo para mirarlo con