CAPITULO 4

Avanza dejándome destrozada y con el corazón el mano, Anita ingresa con mi abuela y no la dejo hablar cuando le estoy abrazando y llorando en sus piernas..

—Preciosa niña —mi abuela sin reconocerme acaricia mi cabello —¿porque lloras bonita?—mi corazón se desangra con sus palabras, con su olvido, con la caricia tierna que me regala sin saber que es la última vez que me verá, aunque nunca reconozca mi rostro..

—Andi—llama Anita—Andi por Dios, ¿que está pasando?

Niego y continuó abrazando a mi abuela, me duele dejarla, no quiero hacerlo, soy lo único que tiene y yo a ella, me siento triste y mis lagrimas mojan su falsa de flores que le regale el día de su cumpleaños.

—Una niña tan hermosa como tú no debería llorar —lloró más audible, con desgarro del alma.

—Abuela me reconoces —levantó mi cara y ella limpia mi rostro y hace un esfuerzo que termina poniéndola mal.

—¿Quien eres? —se altera —aléjate niña que mi nieta vendrá y no le gusta que hable con extraños.

—Aria—la llamo por su nombre —soy yo Andrómaca tu nieta—ella niega confundída y solo deseo llevarme su reconocimiento, no sé por cuanto tiempo me vaya y no la vuelva a ver—abuela puedes reconocerme..

—Tu no eres mi nieta..

Mi corazón duele.

—No la fuerces Andi—me dice Anita —sabes que no funciona así.

—Aléjate niña —quiero morir cuando me empuja —tu no eres mi nieta, no lo eres, quiero irme de aquí, auxilio, auxilio —comienza a gritar y tratar de levantarse.

Menos mal Anita siempre tiene en su bolsillo la jeringa cuando le dan las crisis y se la inyecta en el brazo para calmarla.

La llevamos a su habitación y con esfuerzo la acostamos, no dejo de llorar y sentirme mal por ponerla mal, solo quería que me recordará llevarme ese recuerdo, pero ahora me llevo algo peor.

—¿Andi quiénes son esos hombres que nos tenían retenidas?

–Anita —tomó sus brazos —tienes que quedarte con mi abuela, solo confío en ti, quédate mientras arreglo un problema que no quiero involucrarte, tendrás mis ahorros pero vente a vivír aquí, y cuida a mi abuela porque no confío en nadie más..

—Andi dime que sucede capaz puedo ayudarte.

—Lo harás cuidando a la abuela —la observó dormida y mis lágrimas salen más abundantes —prométeme que la cuidaras—esta confundida y no es para menos —prométemelo Anita. —la presionó.

—Está bien —responde no muy convencida —te lo prometo.

La abrazo y subo a mi habitación para darme un baño, no entiendo, no comprendo, y decir ¿porque a mi?, esta demás cuando mi rostro me condena.

No tengo escapatoria de ese hombre, y la idea sería averiguar dónde está mi hermana para poder salir de este problema, me baño rápido porque su amenaza fue radical y no soy mujer que soporte torturas, le tengo pánico al dolor y con eso siempre evitó algún suceso que me ponga en riesgo.

Mientras que hermana Armis no, siempre le gustaba la adrenalina, motos, carros, correr en carreras clandestinas, robar, vivir siempre al límite, mientras yo pedía libros, ella pedía un juego de herramientas para arreglar la moto vieja de papa, siempre fuimos muy diferentes..

El secador calienta mi cabello, mientras recuerdo a una Armis que siempre se robaba las miradas de los chicos más populares del colegio, la personalidad lo es todo y a pesar de tener el mismo rostro, mi hermana sobresalía por su alegría, por su forma de ser tan extrovertida, su sonrisa y sensualidad.

Mientras que yo, siempre servía como él puente de muchos chicos para acercarse a ella, siempre fui sería y aplicada, recatada y muchos me decían que parecía novicia, nunca me importo y me concentre en mis estudios, estudiar derecho y convertirme en jueza, a mis 25 años tengo el sueño cumplido y ahora todo se ha ido al demonio por culpa de..

Dios no quiero llenarme de resentimiento, pero me parece injusto todo lo que me está pasando cuando no soy culpable de nada de lo que ese hombre me acusa, ahora todo es incierto porque me llevara a un país desconocido alejándome de la única persona cercana que me queda, después de la muerte de nuestros padres.

Unos jeans y una blusa de tirantes con unos tenis es suficiente para salir de mi alcoba y mirar por última vez a mi abuela, tomo la foto que tenemos en una de las mesitas y es el único recuerdo que tengo de las tres..

—No tengo toda la puta tarde —su voz se hace presente haciéndome temblar.

—¿Andi estarás bien?

—No te preocupes —le digo a Anita —cuídala por favor.

—Nos vamos —me toma del brazo y no me permite darle mi último beso.

—Solo un beso por favor —intento zafarme pero su agarre se hace fuerte —solo un beso Stravros por favor.

Abre la puerta arrastrándome mientras le suplico, batallo y grito que me permita despedirme, me aferro la foto y con eso intenta meterme a la camioneta pero termina estrellándome fuerte contra la puerta debido a mi rechazo.

—Puedes calmarte —se atreve a traspasar mi espacio personal, y me encojo al sentir algo duro en mi vientre —no des un espectáculo maldita sea.

Tensa su mandíbula y su loción con la mezcla de su aliento mentolado me altera, mientras su mano se aferra fuerte a mi brazo causándome daño..

—¿Que te hizo mi hermana?

Es tan grande que su cuerpo me cubre por completo.

—Ya lo sabrás cuando me las cobre contengo.

—No quiero ir —lloro golpeando sus pecho, me niego a irme—no me quiero ir.

—Mal por ti—toma mi mentón fuerte—porque tu destino este decidido y pobre de ti Andrómaca, pobre donde tu hermana no aparezca, porque estas lagrimas que ahora derramas, serán nada a comparación de lo que lloraras a mi lado.

Tira de mi para abrir la puerta y meterme a empujones como si fuera nada, continuo llorando y mi corazón se fragmenta cuando el auto avanza y solo puedo ver la silueta de Anita en la puerta de la casa.

—Eres un insensible, maldito patán—lo odio

—Como sea — le resta importancia a mis lamentos, limpio mis lágrimas sintiéndome desgraciada, tan desdichada—deja de llorar mujer que lastimas mis tímpanos con tus lloriqueos.

—Nunca te voy a perdonar esto—le digo mirando las calles —nunca Stravros.

—Me importa muy poco —dice tecleando en el celular, —solo cállate y deja de llorar..

—Como no quieres que llore si me has apartado de mi abuela, no me has dado tiempo a despedirme.

—Que importa, de todas formas no te reconoce.

—Eres un..

—Shhh

Hasta avión privado tiene el desgraciado, subo temblando y con mucho dolor de cabeza, en el trayecto no deje de llorar, de lamentarme sintiendo este vacío en el corazón, sube primero como el patán que es, y uno de sus hombres me indica donde sentarme.

No lo veo desde que el avión se eleva y mis nervios se disparan porque siempre le he temido a estos aparatos, tengo muchos miedos entre las alturas, la oscuridad el dolor, entre otras, quiero apagar mi mente por un momento, me duele la cabeza, el corazón y no tengo la menor idea de lo que me depara el destino con este maldito griego.

No puedo calmarme cuando comienza a moverse con violencia el avión, y aprieto los reposa brazos con fuerza cerrando mis ojos..

—Tranquila señora—dice uno de los hombres que me custodian, no me quitan los ojos de encima mientras que el griego no sé dónde está—solo es un poco de turbulencia.

—Me da miedo las alturas —confieso sin abrir mis ojos deseando que esto pase rápido.

—Al fondo hay una pieza si desea puede ir descansar un poco

—¿Y tu jefe?

—Piloteando me imagino porque no le he visto

Genial, ahora sabe manejar un avión el muy maldito, la turbulencia cede y mis pies se apresuran a descansar, no dormí nada en toda la noche y llorar de más me ha dejado agotada, pero me detengo antes de abrir la pequeña puerta, escuchando gemidos provenientes de esa habitación.

Con la curiosidad al cien, me atrevo abrir la puerta solo un poco para quedarme impresionada con lo que observó.

M****a

El sujetador apenas podía contener los pechos de la mujer que yace en cuatro a la que le basto un leve movimiento para hacer saltar uno de ellos fuera, la expresión de su rostro sugiere una excitación pura..

Siento mucho calor, ademas de sentir una rabia que me carcome las entrañas, es inexplicable lo que me hace sentir verlo en esa posicion, haciendo eso, los gemidos de la mujer solo me dan mas rabia, pero me quedo en stand by me cuando los ojos grises del griego colisionan con los míos y me enfrió en segundos con la maldad que destila.

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