La noche había caído sobre la ciudad. En el departamento de Gabriel, Valeria preparaba una taza de té mientras él revisaba unos documentos en su laptop. El ambiente era tranquilo, pero debajo de esa calma latía un nerviosismo contenido.
El timbre sonó, rompiendo el silencio.
Valeria dejó la taza sobre la mesa y se apresuró a abrir. Al ver quién era, sus labios se curvaron en una sonrisa de alivio.
—¡Mónica!
La amiga la abrazó fuerte, con un gesto cargado de emoción.
—Valeria, ¡al fin te encuentro! Te llamé varias veces, pero tu celular estaba apagado.
—Sí, lo apagué unos días —respondió ella, esquiva—. Quería estar tranquila.
Mónica entró, lanzando una mirada rápida hacia Gabriel, que permanecía de pie en la sala. Él le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza, aunque sus ojos desconfiaban.
—Perdón por llegar sin avisar —dijo Mónica, un poco nerviosa—, pero necesitaba verte.
Valeria sonrió y la guió hasta el sofá. Gabriel se levantó.
—Voy a salir un momento, necesito hacer una l