La noticia no tardó ni una hora en filtrarse.
Miradas que duraban más de lo normal.
Susurros que se cortaban cuando Valeria pasaba.
Correos enviados “por error”.
Y una reunión extraordinaria convocada con demasiada urgencia.
Gabriel lo supo antes que nadie.
—Esto ya no es solo chisme —le dijo a Alexandre en voz baja, caminando junto a él por el pasillo—. Alguien habló con el Consejo interno. Recursos Humanos está incómodo… y no precisamente por Esteban.
Alexandre no se detuvo.
—Que estén incómodos —respondió—. Yo no hice nada ilegal.
—No —admitió Gabriel—. Pero hiciste algo peligroso: sentir.
Alexandre apretó la mandíbula.
—¿Dónde está ella?
—En su puesto —respondió Gabriel—. Haciendo lo que siempre hace: trabajar como si nada… aunque todo esté cambiando.
Alexandre asintió, serio.
—Protégela. No quiero que la expongan.
—Lo estoy haciendo —respondió Gabriel—. Pero hay alguien más que no está nada contento.
Alexandre se detuvo por fin.
—¿Quién?
Gabriel lo miró fijo.
—Laura.
La directora