La sala principal estaba llena.
Directores, jefes de área, asesores.
Un murmullo bajo recorría el lugar cuando Alexandre tomó el micrófono.
Valeria estaba al fondo, junto a Gabriel. No sabía por qué la habían citado. Solo sentía esa presión en el pecho que anuncia que algo importante está por pasar.
Alexandre no miró a Laura.
Miró al frente.
—Gracias por venir con tan poco aviso —comenzó—. Seré directo.
El murmullo se apagó.
—En las últimas horas han circulado rumores sobre decisiones internas, conflictos de interés y supuestos favoritismos. —Hizo una pausa—. No voy a permitir que la desinformación defina esta empresa.
Laura cruzó las piernas, serena por fuera, tensa por dentro.
—Quiero dejar algo claro —continuó Alexandre—. Ninguna empleada será movida, castigada o utilizada como moneda de cambio para proteger reputaciones ajenas.
Valeria sintió que el aire le volvía a los pulmones.
—Si existe incomodidad —añadió—, recae en mí. Y yo la asumo.
—Su voz fue firme—. Las decisiones profes