Cap. 2 Recuerdos: Un loco en Estados Unidos

Todo lo que la experiencia vale la pena que nos enseñe, nos lo enseña por sorpresa. (Charles Sanders Peirce)

Viajaba en esos momentos en su jet privado hacia Texas, tenía el corazón hecho un puño por la idea de tener un hijo, nunca se esperó eso en su vida, es decir, sabía que debía tener descendencia; sin embargo, no esperó que sea de esa forma, además recordaba las palabras dolidas de Aisha por todo lo que estaba pasando en su vida viéndose en el centro del huracán como la novia eterna de un Fadel y ahora con lo de ese hijo todas sus expectativas se iban al traste:

—Estabas jugando conmigo, tenías un hijo y yo deseando darte el heredero que tu padre soñaba—sollozó—siempre estaré en segundo plano para ti.

No intentó defenderse porque no quería ese matrimonio y tampoco tomar las sobras de su hermano para él, no se veía haciendo eso le dijo para salir del paso:

—Lo solucionaré…

Su padre entró en esos momentos, con ese aire severo e impresionante y lo miró censor:

—Zeink, quiero resultados, deseo que soluciones esto, avergonzaste a la familia… Todos hablan de ti, no solo se trata de ti, se trata de todos.

Claro el típico discurso conveniente inclusivo y le dijo:

—Puede ser todo una mentira y…

—¿Y si no lo es?—dijo Saíd aireado—¿cómo quedo yo ante todos? Teniendo un nieto sin cobertura y pasando necesidades… ¡Qué vergüenza!

Zeink les dijo a todos en ese momento:

—Lo solucionaré, viajaré a los Estados Unidos y me entrevistaré con esa mujer y…

Aisa entonces le dijo molesta levantándose y enfrentándolo:

—Ni siquiera la recuerdas, no la recuerdas, o sea, que tu vida en ese momento oscuro fue terrible y hay que ver con que otra sorpresa sales Zeink.

Miró a Saíd muy serio, pues él pensaba como ella:

—Futuro suegro, esperaré pacientemente los resultados y…—miró a Zeink—también lo que decidas hacer Zeink.

Él asintió y luego se fue a tomar el jet, estaba como se dice entre la espada y la pared con ese asunto, Memet le ofreció champaña para beber durante el viaje, lo cual le pareció una ironía dado el caso:

—¿Quieres brindar por mi dolor?

—Señor, nunca, solo deseo hacer su viaje más… Placentero.

—Es raro Memet, recuerdo muchas cosas, menos a esa tal Minerva—dijo pensativo—tal vez si vuelvo sobre mis recuerdos pueda saber algo…

«Se fue en contra de la voluntad de su padre al exterior para comenzar sus estudios y rayos que deseaba encajar en ese mundo fashion.

Manejaba un convertible y podía ser una ostentación para un simple alumno, pero se debía ciertos lujos y privilegios y ese era uno de ellos: transporte decente.

Cuando llegó a la universidad podía sentir las miradas de sus compañeros, pocos mostraban sus ases y él salió muy campante cargando su mochila y fue hacia la biblioteca debía terminar un trabajo de economía y al entrar miró en torno y fue directo a los libros de economía y cuando fue a tomar el libro que le interesaba…

—Disculpa…

Alguien tomó el libro, frunció el ceño y miró a la joven que tomaba el libro e iba a la mesa:

—Ese es mi libro…

Ella revisó el nombre y el sello de la biblioteca:

—No veo tu nombre en él.

—Lo iba a tomar.

—Ya rugiste, lo ibas a tomar y ya no.

La chica se las traía, su cabello era hermoso, ondulado a la mitad y negro azabache y usaba lentes que ocultaban dos hermosos ojos cafés claros, además era demasiado agresiva y con aire de autosuficiencia, para su gusto, entonces trato de explicarle:

—Mira, necesito ese libro.

—Pues… Yo también y fui más rápida que tú.

Podía esgrimir la clásica frase: no sabes con quién te metes y esas cosas, pero sabía que eso le valdría un rábano a esa chica petulante.

—Bien—tomó asiento junto a ella—leamos juntos.

Ella hizo un gesto, no soportaba su colonia tan fuerte, ya que sufría de fuertes alergias y ese perfume de él era muy penetrante y de paso creía que sabía compartir:

—Mira, estás invadiendo mi espacio privado—lo empujó.

—Entonces dame el libro—se recostó a ella—anda…

—Deja eso… Odio que cualquier riquillo se me recueste, vine a estudiar y no a ser una loca—se levantó molesta—me llevo el libro.

—Pues estás bien loca—dijo el molesto.

—¿Te molesta que no caiga en tu jueguito? Chico acoloniado.

—¿Acolo qué…?

—Apestosito a bueno—tomó el libro y se fue.

Él se olió y se preguntó: ¿Apestosito? Pensó que el mundo estaba más loco que nunca, salió y Davis se le acercó con una volante:

—Zeink, fiesta en la fraternidad de Casa Grande, bebida gratis, mujeres gratis… Solo tienes que llevarme.

—Um…

—Solamente eso, entonces el mundo se abrirá ante tus ojos.

—¿Y me aceptarían tus putos amigos?

—Sí… Garantizado—dijo el chico asiático de lentes.

Entonces vio a la mujer de la biblioteca:

—¿Conoces a esa loca?

—Hablas de cerebro Marshall—miró.

—¿Marshall?

—Una familia tradicional, clase media y esforzada… Estudia, trabaja, enfocada—se acomodó los lentes—es complicada…

Tonterías, nadie podía ser tan enfocada en la universidad y él le dijo:

—¿Irá a la fiesta?

—¿Te volviste loco?—dijo riendo—esa chica no entra en el perfil de populares, es brutal… Enfocada, no nos interesan las enfocadas, ¿recuerdas?

Él frunció el ceño molesto, enfocada y un cuerno»

Zeink sonrió recordando a esa joven hiriente y hermosa, solo eso se le vino a la mente y la palabra Enfocada, lo demás era una nebulosa.

Una chica muy intensa

Davis Cho recibió un mensaje de parte de un fantasma de su pasado, no era algo que le encantaba recordar, pero allí estaba de nuevo:

—¿Qué quieres?

—Hola, Conejito—dijo ella—tenemos que hablar…

—Minerva no me digas Conejito—se puso rojo de la vergüenza—Zeink viene en camino y podrás hablar con él y meterle tu veneno.

—Necesito testigos, irrefutables… Y tu mi Conejito eres uno muy allegado a Zeink.

Tragó grueso y trató de cortarla:

—No puedo ayudarte.

—Escucha tu padre, está muy orgulloso de que su hijo se comprometiera con la dama Taiwán, pero déjame decirle a todos que el heredero de Cho Zen, le encanta vestirse de conejo y le gustan los hombres…

Entonces espetó él:

—Eres una perra malvada…

—Soy ante todo madre y deseo dejarle un legado a mi hijo y lucharé por eso—entonces añadió—mi abogado te contactará, Conejito.

Estaba en las manos de esa loca de Minerva y ahora debía hacer todo lo que ella quería, recordó verla detrás de Zeink, al principio no entendía nada y ahora comprendía su motivación: darle un gran golpe a Fadel y sus millones…

Recordó ese día en su habitación, ella lo esperaba con preguntas:

—¿Otra vez tú?

—Una y mil veces… Noticias.

Él hizo un gesto molesto y le dijo:

—Creo que tengo algo…

—¿Crees? No trabajo con creencias, trabajo con hechos, dime algo.

—Bien, irá a la fiesta de Casa Grande.

—Bien, ya es algo…

—Es un tipo que muestra todo lo que es, nada más tiene pinta, apariencia de rico, pero siempre anda ajustado de dinero.

—Entonces…—dudó un poco—creo que es quien pienso, independiente de que no tenga mucho dinero… Consígueme una cita con él mañana.

Davis resopló y le dijo:

—No eres su tipo…

—No sé cómo lo hagas, quiero una cita con ese tipo.

Davis comenzó hacer pataletas y entonces le dijo:

—Te has puesto a pensar en si no es quién crees…

—Esa será mi decepción, no la tuya—se levantó—espero resultados, Conejito.

Davis se le acercó sonriente:

—¿Iremos a la fiesta en Casa Grande?

—No sé…

—Oye amigo, tu estilo de vida debe ir acompañado de mujeres lindas y hay una chica que te tiene el ojo puesto.

Él no entendió la jerga y le dijo:

—¿El ojo?

—Es decir, le gustas y mucho, es hermosa, como las de revista… Con cuerpo de dar vueltas y vueltas.

—¿Por qué quiere conocerme?

¿Era una broma? El tipo llegó a tiempo cuando repartieron los cuerpos de los machos viriles, tenía todo en su lugar, músculos y esos ojos que podían helar la sangre y esa piel tostada que decía que el sol al verlo se enamoró de él lo suficiente para darle el toque justo a su piel.

—Creo que le gustan los chicos apuestos como tú.

—Ok… No sé…—miró a todos lados y le dijo—se me acaba el dinero, deberé trabajar en algo, no sé…

—Bien, eres de otro país, hay gente que paga por clases de idioma árabe y esas cosas.

No sonaba mala la idea y le sugirió que pusiera sus servicios en el corcho, en donde muchos estudiantes ofertaban sus servicios o buscaban trabajo:

Justo cuando iba a poner su volante prensado, escuchó…

—Creo que me conjuro en otra lengua, quiero saber cuál es…

—¡Qué raro!

—Sí, ¿crees que alguien quiera enseñarme esa lengua tan enredada?

—Siempre hay alguien…

Él prensó la volante y se apartó rápidamente y vio a la joven de lentes ir al corcho y buscar:

—Mira es suerte o algo más, pero aquí dicen que dan clases de árabe a buen precio.

—Es tu día de suerte sin duda.

Ella dobló la volante, la metió en el bolso y se fue contenta.

Sí, fue maestro de su lengua materna y tuvo sus alumnos y se ganó algo de dinero y alguna cosa más, sonrió…

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