(Narra Basima)
Jasman se ha quedado dormido luego de haberse tragado el último bocado de comida. Él se ha perdido las danzas, las risas, los cantos y las narraciones a la luz de la fogata.
En el campamento, cerca de cien personas nos han recibido con alegría y han compartido sus pertenencias con nosotros: sopa, carne asada y ropa limpia. Es un sueño increíble para los fugitivos.
Pero estoy cansada, tan cansada que los ojos comienzan a pesarme.
—Nos vamos a dormir. Estamos muertos. —Leonardo se pone de pie y yo le sigo, casi por inercia.
Estoy tan dormida, que no me he dado cuenta de que la cabeza de Jasman descansa sobre mis piernas. Si Leonardo no llega a sujetarla, el niño él se hubiese dado otro buen golpe. Esta vez, sería por mi culpa.
—¡Cuidado, Bas...! —chilla.
Lanzo a Leonardo una mirada fulminante. Ha sido tanto el miedo, que me he despertado de golpe.
Ha faltado poco para que se revelase mi verdadero nombre. Para los gitanos somos Frank y Marina.
—Cuidado, va... vas a