En ese momento, el teléfono vibró en su bolsillo. Era una llamada de la mansión Santini. Marcos.
—Catalina, tienes que venir. Es mi padre. —La voz de Marcos estaba cargada de una desesperación que Catalina nunca le había oído. —Ha tenido una crisis. Una complicación de su corazón. Los médicos dicen que es grave.
El bienestar de Don Rafael, el peso de una familia en crisis, la necesidad de que la Corporación Santini no se desmoronara, de repente se volvieron más apremiantes que el misterio de saber qué había pasado con Leonardo.
La búsqueda de Leonardo, por ahora, tendría que esperar. Tenía una batalla más grande que librar, una que se gestaba en el corazón de la Corporación Santini.
Cuando Catalina llegó a la mansión, el ambiente era opresivo, pesado, con el olor a desinfectante y la tensión del dolor. Don Rafael estaba en su cama, con el rostro pálido y sudoroso, conectado a una serie de monitores que emitían pitidos monótonos. Su respiración era débil y superficial. La preocupación