La oficina de la jefa de la Corporación Santini era muy elegante, con paredes grises y muebles de madera fina. Desde las ventanas grandes, se veía toda la ciudad, como si Catalina estuviera en la cima del mundo. Sentada en su silla giratoria, sentía que tenía una gran responsabilidad. Habían pasado tres días desde que Don Rafael la nombró jefa, y en esos días, Catalina solo había visto números, papeles y reuniones sin fin.
La mañana comenzó con Marcos golpeando a su puerta, una pila de documentos en sus manos. —Reunión con el consejo de administración en diez minutos, Catalina. Necesitan una actualización sobre la situación financiera y tus primeras proyecciones.
Catalina asintió, su mente ya procesando los gráficos que había estudiado hasta la madrugada. Sus ojos, antes acostumbrados a las texturas de los metales y los fluidos de los motores, ahora se deslizaban por las tablas de Excel y los organigramas complejos. La transición era abrupta, pero su mente analítica, forjada en la res