Rodolfo se detuvo en el umbral de la oficina, su sonrisa se amplió, revelando una chispa de malicia en sus ojos.
—Ah, y una cosa más, señorita Fierro —dijo, girándose hacia Catalina, con un tono que denotaba su disfrute al revelar la noticia—. Por el bien de la inversión, mi padre ha decidido que yo seré el encargado de inspeccionar el proyecto. Así que… trabajaré con usted. Muy de cerca.
El corazón de Catalina dio un vuelco. La noticia la tomó por sorpresa, y una oleada de preocupación la invadió. ¿Trabajar con Rodolfo? ¿De cerca? Eso era lo último que necesitaba.
Justo en ese momento, la puerta de la oficina se abrió de golpe y Leonardo entró. Su rostro, que hasta ese momento había estado tenso por la frustración, se contrajo de furia al escuchar las últimas palabras de Rodolfo.
—¿Qué estás diciendo, Rodolfo? —espetó Leonardo, su voz cargada de indignación—. ¿Tú vas a trabajar con Catalina? ¡Eso no es posible!
Rodolfo se giró hacia Leonardo, su sonrisa se amplió, disfrutando de la r