La brisa marina y el aire cargado de sal y coco inundaban las fosas nasales del mayor.
Todo era hermoso, pero tarde o temprano tenía que terminar y aquella dulce calma ya había llegado a su fin.
- Señor, ¿Quiere que llame a la señorita Lamprou para que lo reciba en el aeropuerto?.- Un hombre vestido de negro y de adusto porte preguntó respetuosamente.
- No. No es necesario.- El mayor respondió.- Mi nieta debe estar volviéndose loca en este con el lanzamiento de la nueva colección encima, su agenda seguramente debe estar más que apretada.
- Señor, respecto a eso... Creo que va a interesarle lo que he averiguado.- El más joven habló vacilante, pero no dispuesto a seguir ocultando información a su jefe.
- Habla Enzio.- El hombre se giró hacia el mencionado, mirándolo fijamente.
Enzio tragó grueso cuando los ojos verdes olivo con motas amarillas se posaron en el, sintiendose como un niño travieso a punto de recibir una reprimenda.
- Los ex suegros de la señorita volvieron a causar proble