- Aquí estarás segura. La casa ya se encuentra completamente equipada y otro rato te enviaré ropa y todo lo que necesites para tu aseo personal. Si necesitas algo más, puedes buscarme a mí o a la tía Cass.- Aura le sonrió a Mariana, quien observaba la casa con asombro. - ¿En serio estas son las casas que la señora Lamprou otorga a sus empleados?.- Mariana preguntó curiosa, sin dar crédito a lo que escuchaba. - Sí.- Aura respondió tranquila.- La casa celeste que ves en frente es la que me fue asignada a mí cuando llegué a este lugar. - ¿Sigues viviendo ahí?. - No. Por órdenes de Dafne, me he trasladado a la casa principal. Ya sabes, por lo de mi recuperación y todo eso. - Lo entiendo.- Mariana murmuró en respuesta.- Recuerdo haber escuchado a Fernando hablar vagamente sobre el asunto. Aura asintió.- Bien. Entonces te dejo para que te instales y puedas descansar.- La castaña se dió la vuelta para retirarse, pero se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.- Dafne también me pidió
- ¡Sal zorra de porquería!, ¿O es que acaso tienes miedo de enfrentar la realidad Casandra?, ¡Dorian es mi marido y tú la amante!, ¡La zorra pusilánime que se le ha metido por todas partes!. Dafne bajó los escalones de prisa y avanzó por la entrada, haciendo resonar sus tacones en las piedras talladas que formaban el camino, al oír los gritos esquizofrénicos de su madre. - Señora: calmese por favor.- Uno de los hombres de seguridad, la tenía sujeta de los brazos. Caliope estaba fuera de sí. Estaba desaliñada, con la ropa sucia, el cabello enmarañado y una botella de alcohol en la mano. - ¡Todos ustedes son unos imbéciles!, ¡Nunca serán felices!, ¡Nunca!. ¡Y ustedes sueltenme malditos idiotas!, ¿Qué acaso no ven quién soy?, ¡Soy Caliope Lamprou, la madre de su jefa y los puedo poner de patitas en la calle si se me da la gana!. - ¡Ya basta mamá!.- El grito de Dafne hizo eco en el lugar.- Comportate o les ordenare a los de seguridad que te saquen ahora mismo de mi propiedad.- La rubi
Aura bajó los brazos que por inercia puso sobre su rostro, cubriendolo, esperando el golpe que nunca llegó. Cuando sus ojos se abrieron, miró a Casandra, quien se interponia entre ella y Caliope, mientras Alexein sostenía la mano de la última, evitando que le regresara el golpe a la pelirroja. -¡¿Cómo te atreves sirvientucho de cuarta a tocarme?!- El grito de Caliope resonó por todo el lugar, exponiendo su furia y rompiendo el tenso silencio que se había formado. Aura retrocedió un paso y otro... Hasta que su espalda chocó contra el pecho de Enzio, quien la sostuvo al verla trastrabillar, sin dar crédito a lo que escuchaba. - ¡De la misma forma que usted se atrevió a levantarle la mano a Casandra y a Aura.!- Alexein respondió con los dientes apretados por la furia, mientras la fulminaba con la mirada. - ¿Y como es posible que una simple niñera de cuarta y una bastarda, valga más que yo, la madre de la señora?.- La mujer respondió con arrogancia y prepotencia, soltandose del
Aura corrió a su habitación. Empujó la puerta y la cerró de golpe asegurandola con el pestillo mientras se dejaba caer de rodillas, sintiéndo como el mundo se le caía a pedazos de nuevo.Hipidos y sollozos escapaban de su garganta por igual.Se sentía miserable, Traicionada...Su abuelo estaba ahí, junto a ella. Lo tenía tan cerca... Podía abrazarlo a la hora que quisiera, contarle cosas tan triviales como si el día era bonito o si le había ido bien en el trabajo.Tan cerca... Siempre había estado tan cerca de su abuelo, de su familia, pero al mismo tiempo tan lejos, siendo simplemente una empleada.Ellos la querían, por supuesto que la querían. Nunca la habían maltratado o cometido alguna injusticia contra ella, por el contrario: se lo habían dado todo a manos llenas, pero, todo habría sido distinto si la hubieran querido como lo que era, alguien de la familia y no un trabajador más.Pero ni siquiera podía imaginarlo.Lágrimas calientes bajaban por sus mejillas. Su cabeza dolía al i
Bastian corría con toda la fuerza que sus piernas poseían y aún así, sentía que no avanzaba del mismo lugar.Miró hacia atrás y un suspiro de alivio escapó de sus labios: ya los había perdido.Empezó a reducir el paso y se agachó, apoyando sus manos en las rodillas, mientras buscaba la forma de llevar el aire a sus pulmones.La fría brisa era más notoria en sus mejillas, dónde un rastro de lágrimas secas, aún le recordaban lo que acababa de pasar.Las palabras de su madre nuevamente taladraron su cabeza.: "Larissa será tu esposa cuándo cumpla la mayoría de edad y no te lo estoy proponiendo, te lo estoy informando."Él apenas y tenía 17. Tenía sueños, metas... Un futuro por delante. ¿Por qué su madre insistía en cortar sus alas?.Además, esa chica no le agradaba.Era demasiado empalagosa para su gusto, siempre quería estar pegada a él y sus rabietas... ¡Dios!... Lo sacaban de quicio.Además, si lo que su madre quería era dinero y estatus, no necesitaba obligarlo a casarse. Él podía con
Bastian miró hacia abajo con cierto atisbo de duda en su rostro.Era un completo cobarde.La ventana apenas se encontraba a unos tres metros del suelo. Golpearse sería inevitable, más sin embargo, matarse era una posibilidad bastante baja, aunque en su situación, sería la más pura bendición.Cerró sus ojos con fuerza, subió al alfeizer de la ventana y con un hondo suspiro... Saltó.Mordió su labio para no gritar, cuándo su cuerpo impactó de lleno contra el césped. Lo que menos quería era que su madre se enterara de su escape.Sabía que estaba tentando de más a su suerte, pero esa rebeldía que no sabía de dónde venía, lo empujaba a hacer cosas estúpidas.Se puso de rodillas despacio y se fue a gatas hasta llegar a la esquina de la casa. Su madre paseaba por los rosales, acompañada de una criada.Un suspiro de alivio escapó de sus labios, al ver su camino libre.Se puso en pie de inmediato y corrió en la dirección contraria a su madre.De un salto se brincó la reja y echó a correr a tod
Había abandonado la casa de Odelette apenas la oscuridad empezó a disiparse.Aquellas personas apenas contaban con lo necesario para vivir, él no podía ser una carga más.Se detuvo un momento a tomar aire y a estirarse, pues había dormido en una pila de cobertores doblados sobre el suelo y su cuello engreído estaba resintiendo la falta de su cómodo colchón.Cerró sus ojos con fuerza al vislumbrar su casa a lo lejos y un escalofrío recorrió su espalda al pensar en la furia de su madre y el castigo que seguramente ya tenía pensado por su rebelde y alocada decisión.- A mal paso, darle prisa.- Susurró, tratando de infundirse valor.Abrió la rejilla despacio, mientras sentía los primeros rayos del sol impactar con fuerza en su rostro.Apenas empujó la puerta para entrar, sintió un fuerte tirón en su cabello, mientras una fuerza externa lo halaba al interior del lugar.Lo soltaron de golpe, con un fuerte empujón que lo mandó directo al suelo. Su cabeza dió de lleno contra la esquina de la
Odelette estaba afuera, dándoles de comer a las gallinas, cuando vió a una mujer elegante y de rostro adusto acercarse por la vereda que daba hacia la casa.El perro comenzó a gruñir al verla y la muchacha tuvo que regañarlo para que no se lanzara contra la mujer.- Buenos días señora, ¿En qué puedo servirle?.- La chica preguntó cordialmente con una sonrisa.La mujer la miró de forma despectiva, mientras arrugaba la nariz y observaba su alrededor con un gesto parecido al asco.- ¿Dónde está el idiota de Bastian?.- La mujer preguntó con algo parecido al odio.Odelette abrió sus ojos de par en par y miró a la mujer con renovado interés.- Yo no conozco a ningún Bastian.- La joven respondió con toda la tranquilidad que podía reunir después del shock.- Mira niña. No tengo tiempo suficiente para perderlo en tus estupideces, así que es mejor que hables de una buena vez. ¿Dónde está ese muchachito malcriado?.- Odelette tuvo que retroceder, mientras la mujer se acercaba.- He dicho que no sé