EL TIEMPO QUE PASA Y NADA LLEVA

Todo estaba dicho. Teresa había tomado una decisión, Emilia seguía moviéndose en sus nuevos negocios, mientras por fin podía sentirse libre. Pero, ¿qué había de Julio?

En la mente de Julio se había quedado claramente la manera en la que su madre Emilia había solo dado su adiós, sin importarle nada.

—Creo que la hora de irnos ha llegado —, dijo Julio al ver a Emilia en la sala de espera bebiendo como siempre lo hacía.

Todo lo que sus ojos podían ver era a un demonio.

—Mi hijo y yo estaremos viviendo en Suecia por un tiempo, si las cosas van bien no habrá necesidad de buscar suerte en ningún otro lado. Madre, si algún día sientes que necesitas de tu hijo o de tu nieto, no dudes que estaremos ahí para escucharte.

Emilia sonriendo los volteó a ver. — ¿Estás seguro que serás capaz de cuidar de tu hijo cuando no pudiste cuidar de ti mientras yo te lo daba todo?

Julio se puso nervioso. No quería que su hijo escuchara más de lo que debía aunque todavía fuera un bebé. —Lo mejor será que y
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