En ese gran comedor familiar solo se escuchaban los cubiertos golpeando contra la cerámica de los platos que tenían frente a ellos, también se lograba escuchar los diferentes sonidos de líquidos que estaba resguardado en cada una de las tazas de los presentes. No se habían dicho nada decía más de 5 minutos.
Es que la verdad era que Julio no sabía qué decir y Emilia no quería presionar más a su hijo de lo que ya lo había hecho. Pero al final él tenía que saberlo, ahora que tenía el puesto en sus manos no debía darles ninguna excusa a los accionistas para romper con el trato. Todos los movimientos adelante eran más sencillos, ¿qué le hacía detener a Julio sus pasos?
—Julio —, preguntó ella mientras se limpiaba la boca con su servilleta blanca.
— ¿Sí, mamá?
— ¿Ya has pensado en lo que te dije ayer en la noche?
— ¿Mamá, podríamos por favor, desayunar en paz?
—Ya, ya pensaré en eso después, ahorita solo quiero disfrutar un poco de este poder mientras sigo siendo yo.
—No les puedes dar