Un fuerte aullido se escuchó, Jansó cayó al suelo quedando dormido.
Al día siguiente Jansó despertó con tremendo dolor de cabeza, sentado sobre la hierba mojada fue al río cercano y se sumergió en el.
Listo y limpio, prendió una fogata y preparó alimentos.
—Jansó...si ya no fue para tí, continúa, no queda de otra. —se decía así mismo.
—Pero será difícil para mi, ir por mi hija y verla a ella junto a otro hombre. " Pero tú eres el único culpable, debiste confesarle tu amor antes de partir." —su conciencia era implacable.
Comió y una hora después se dispuso a continuar con su viaje.
Llegó un día antes de lo esperado, era muy fría la madrugada cuando llegó, dejó el coche y entró por la puerta tracera, al momento de escuchar ruido en la cocina. Entró silenciosamente y pudo ver la silueta de una mujer.
—¿Quien carajos está aquí en mi casa. —se preguntó mentalmente, y sin poder percibir el olor característico de Leila.
Pues ella se había colocado una bata de Jansó y este camuflaba su aro