Durante todo el día, Anna, Elizabeth y Antonella, quien llegó al territorio alrededor de las nueve, se encargaron de atender a Ella como si de una princesa se tratara.
Y es que, tras su relajante baño con pétalos de rosas, las chicas hicieron una última prueba de vestido, y tras asegurarse de que todo estuviese en orden, las lobas le regalaron a Ella un día completo de spa, al que Iva y Catherine, se unieron casi al medio día, algo de lo que se arrepintieron al poco rato.
―Vale mamá, tú encárgate del peinado, Anna y Antonella, ustedes dos de las uñas, Luna Iva, usted…―
―Iré a ver si Dona ya tiene listo el almuerzo ―interrumpió la mujer a Elizabeth, quien se había convertido en una especie de organizadora, una, que las estaba enloqueciendo, por lo que nadie culpó a Iva cuando esta se escabulló rápidamente fuera de la habitación de Anna
―La Luna tiene suerte ―masculló Antonella a la vez que se sentaba frente a Ella, quien soltó una risita ante su queja
―Y que lo digas ―gruñó Anna pasánd