Astoria se encontraba con la mirada perdida, tanto que ni siquiera se dio por enterada que Coraline estaba ya en casa. Sus pensamientos estaban centrados en la pregunta que Marcus le hizo la noche anterior, ¿qué debería esperar de él?
Si pudiera, se iría a un país desconocido, donde nadie supiera cuál era su pasado, quería comenzar de nuevo, desde cero. ¿Llegaría a armarse de valor para lograrlo algún día?
—El amor hace esas cosas, ¿sabes? —suspiró Coraline sentándose justo en frente de ella.
A pesar de que estuviera interrumpiendo ese gran silencio, Astoria no se percató de su presencia. Seguía reflexionando en diversas cosas.
»Asto… estoy aquí —sacudió su mano en frente de su rostro—. No me ignores, chica.
Nada, no obtenía ninguna respuesta a sus interrupciones.
Segundos después, el ruido de un jarrón, impactándose en el suelo, sacó a la joven de sus pensamientos, tanto que caminó rápido a la zona, en una posición de defensa. No sabía quién o qué podría haberlo ocasionado.
—¡Coralin