El ramo descendió un poco, revelando el rostro risueño de Marcus. Recordaba que a Astoria le gustaban mucho las rosas, en todas sus formas, tamaños y tonalidades.
En su antigua casa, las mesas y esquinas estaban llenas de flores, lo que le daba vida al interior. Además, por ese tiempo, el pasatiempo de Marcus era observarla mientras sembraba o cuidaba de ellas.
Una parte de él sabía que a ella le costaría recibir un detalle de esa clase, y mucho menos de uno de sus clientes. Por eso, decidió usar una pequeña excusa para llenarla de flores sin recibir un golpe o amenaza de regreso.
—Las vi de camino a casa y pensé que sería lindo añadir algunas a la mesa.
Mentiroso, la verdad era que se había pasado por tres floristerías hasta encontrar las flores perfectas para su chica. Decir eso en un momento como ese no le aseguraba tener una buena reacción por parte de Asto.
—¿Recuerdas que se te mueren hasta las rosas plásticas? —indagó cruzándose de brazos.
—¡Oye! —exclamó a la defensiva. Intent