Después de unos minutos de incómodo silencio -aunque se podía escuchar claramente el llanto de Evangeline-, Yimar llegó a la habitación de su hija. Estaba confundido, ya que una sirvienta había ido a buscarlo, diciéndole que el Alfa quería verlo urgentemente y que se encontraba en el cuarto de su hija.
Al llegar, se encontró con una escena tensa y caótica, en la que Evangeline estaba llorando desconsoladamente, temblando y visiblemente angustiada.
—Alfa, ¿me ha mandado llamar? —cuestionó Yimar con un tono respetuoso, pero algo cauteloso—. ¿Puedo preguntar qué... está sucediendo? —agregó, refiriéndose al hecho de que su hija lloraba a mares y sin reservas.
Alister, quien había estado manejando la situación con dureza, respondió de inmediato.
—Quiero que traigas a Ofelia aquí, y lo hagas ahora mismo.
Sin dudarlo, Yimar asintió.
—Por supuesto, lo haré enseguida —echó una última mirada a su hija, para luego retirarse brevemente.
Evangeline, al escuchar el nombre de Ofelia, se quedó petrif