Días después.
Isabella continuaba con sus terapias y cada vez se sentía mejor, decidió empezar a trabajar en la empresa de sus padres, y le confesó a Diana que tenía temor de no dar la talla.
—Nadie nace sabiendo —consoló la señora Vidal observándola con ternura—, yo estaré a tu lado, no temas equivocarte de los errores se aprende.
Isa inspiró profundo y le dedicó una sincera sonrisa a su madre.
—Tienes razón —expuso. —¿Por dónde empiezo? —indagó.
—Te voy a llevar al área de proveeduría, pienso que podrías empezar por ahí —indicó.
—Me parece bien —respondió Isa y juntas salieron de la oficina de su madre.
En otro de los despachos de corporación Vid- Mal, Rodrigo tenía una importante entrevista.
—Me alegra contar con tus servicios —dijo el señor Vidal observando al joven que tenía frente a su escritorio—, te voy a enseñar el área operativa de la empresa, pienso que nos puede ayudar en programación.
—Me fascina la idea —respondió Nando—, empecemos —propuso.
Ambos caballeros se