Mientras analizo todos mis fracasos, el deseo de golpearme aumenta, pero, todo ello queda en el olvido cuando comienzo a percibir el aroma de la sangre de Elise. Por eso, me levanto de la silla y corro hacia la puerta que al poco tiempo se abre con alguien con ropa extraña.
— Señor Perasi…
— ¡¿Cómo está mi esposa?! — pregunto desesperado mientras confirmo que el olor a la sangre de mi esposa está en su ropa.
— El bebé…
— Dígame que está bien, necesito al menos tener esa buena noticia para mi esposa. — digo interrumpiendo al doctor.
— Déjalo hablar, Reymond. Si no lo haces, no sabremos que está sucediendo con Elise.
— Hable, por favor. — digo sintiendo la angustia recorrerme completamente.
El doctor se quita la máscara que cubría incluso su cabeza, para hablarme mejor. De inmediato, siento como el tiempo corre lenta y pesadamente al igual que mi corazón.
— Le bebé está bien. — informa el doctor y yo siento como el alma vuelve a mi cuerpo.
Las lágrimas de la felicidad salen sin