Gina abrió muy grande los ojos debido a las palabras soltadas por ese hombre.
—¿Qué quiere? ¿Cómo me encontró? – indagó ella.
—No te preocupes niña, yo se todo lo que hace mi hijo. Se donde está y con quien. No vendrá a molestarnos. Quiero hablar contigo— dijo el, entrando sin ser invitado.
—No se de qué— dijo ella cerrando la puerta— y tampoco lo invité a pasar. Está en mi casa, no hay nada para usted aquí.
—Te equivocas, bonita— la miró de arriba abajo, libidinosamente— hay muchas cosas que tu y yo debemos hablar. En principio, me alegra mucho que hayas vuelto. Creí que ibas a quedarte en Europa para siempre. No te he olvidado ni un solo día, has estado en mi mente cada día, sin excepción— comentó— eres igual a ella— comentó en un susurro; pero ella si lo escucho.
—Mire, no se que le pasa y tampoco quiero saberlo, yo a usted no le agrado, lo se desde que tengo memoria. Así que no imagino que le sucede ahora. Quiero que se vaya, si desea ver a su hijo, búsquelo en el trabajo, pero