Al día siguiente, desperté por los gritos de Milly. Estaba alterada y demasiado enojada.
—Ivanna, ahora sí que te volviste loca, cómo se te ocurre darnos dinero, es tú dinero hija ¡Por dios!
—Milly, tranquilízate, es solo dinero y no quiero que trabajen más acá.
— ¿Qué? ¿Quieres que nos vayamos?
— ¡No! Cómo se te ocurre, los considero mis padres, quiero que descansen, que viajen, que vivan su vida, que disfruten su vejez. Por eso necesito que te encargues junto a Henry, de contratar personal nuevo. A quien tú estimes conveniente, me da lo mismo la cantidad de personas que contrates. Si quieres puedes supervisar al personal nuevo y Henry a los choferes, jardineros, me da igual. Pero no quiero que trabajen más. De hecho, están despedidos… Con efecto inmediato— me di vuelta en la cama y abracé nuevamente la almohada de Arthur.
— ¡Ivanna, estás imposible de llevar! — me contestó Milly. Solo escuché el portazo que le dio a la puerta cuando salió de la habitación.
Era mí dinero y podía hace