--- Héctor Plourde ---
Hoy ha sido un largo día, finalmente veo que Ana se va a dormir, creo que la plática de hoy la dejó un poco desanimada.
La conozco y sé, que se va a recostar para no pensar más en lo que hemos hablado hace unos minutos.
Tan pronto como veo que Ana entra a su habitación, me sirvo un trago. Sé que lo que estoy a punto de hacer necesitará todo mi temple posible, así que, solo estoy a la espera de que Ana duerma para salir.
Luego de 20 minutos abro con cuidado su habitación, ella está profundamente dormida. Paso a la habitación de mis niñas y las veo, ambas lucen tranquilas y es así como me gusta verlas, las arropo y luego salgo de su habitación.
Sin más remedio, busco el arma que hace tiempo Betancourt me ofreció, realmente no creo que sea necesario, pero no puedo confiarme. Busco las llaves de la camioneta, salgo al jardín y subo a esta, sin hacer ruido salgo de casa.
Al salir me percato del auto, es el mismo que me vino siguiendo desde Puebla. Le hago señas con la