Sofía empezó a trabajar en el hospital como de costumbre.
Aunque la salud de Sofía había mejorado y no estaba tan mal como la noche anterior, aún no se había recuperado del todo y seguía sintiéndose un poco mareada. A pesar de ello, no permitió que le afectara y había ido a atender a sus pacientes en la clínica.
—Siguiente —llamó.
Poco después, alguien empujó la puerta y entró.
Sofía, que estaba tecleando en su ordenador, no levantó inmediatamente la vista para ver de quién se trataba. Cuando terminó y miró al paciente que tenía enfrente, se sorprendió un poco.
—¿Señorita Rojas?
Sofía se quedó perpleja cuando vio que la paciente era Luciana.
Luciana estaba evidentemente disgustada, y había un atisbo hostil en sus ojos mientras miraba fijamente a Sofía.
—Hola, doctora López —saludó.
Sofía percibió la antipatía de Luciana y la miró fijamente durante unos segundos. Luego preguntó:
—¿Qué pasa?
—Mi corazón —respondió Luciana.
Sofía frunció el ceño y se reclinó en la silla. Señaló la puert